La gran estafa de los ayatolás, cuando la historia desmiente al dictador
La intención de Ali Jamenei de apropiarse de la riquísima historia del pueblo iraní choca con el hecho de que la República Islámica sólo lleva unas pocas décadas en el poder, un capítulo insignificante en una historia milenaria.

El líder supremo iraní, Ali Jamenei
El líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Jamenei, rechazó este miércoles la demanda del presidente Donald Trump de una rendición incondicional, y agregó que quienes conocen la historia del pueblo iraní saben que no se rendirá.
Sin embargo, esta intención del dictador de apropiarse de la riquísima historia del pueblo iraní choca con el hecho de que la República Islámica sólo lleva unas pocas décadas en el poder, un capítulo insignificante en una historia milenaria. Además, la relación histórica entre persas y judíos es un ejemplo de cómo, en otros momentos, estos pueblos han coexistido pacíficamente.
Desde el surgimiento del Imperio Aqueménida en el siglo VI a.C. hasta la fecha, el territorio que hoy ocupa Irán ha sido el hogar de imperios notables. Bajo reyes como Ciro el Grande y Darío I, Persia no sólo forjó un imperio militar, sino que también desarrolló una sofisticada administración, cultura y sistema de leyes de tolerantes para los estándares de la época. El régimen de los ayatolás, establecido en 1979, representa apenas una fracción oscura en el marco de una historia riquísima.
Irán, Israel y los judíos en la historia
El Edicto de Ciro el Grande, emitido alrededor del 538 a.C., permitió a los judíos regresar a Jerusalén y reconstruir el Templo, destruido por Nabucodonosor II. Este edicto no solo otorgó la libertad a los judíos, sino que también incluyó apoyo financiero y logístico para la reconstrucción del Templo. Ciro autorizó la devolución de los utensilios sagrados y permitió que los judíos pudieran restablecer su culto. Durante el Imperio Persa, muchos judíos eligieron permanecer en Persia, donde formaron comunidades prósperas. A lo largo de los imperios Parto y Sasánida, las comunidades judías continuaron floreciendo en Persia, con importantes centros de estudio talmúdico.
Esta reciente confrontación entre Israel e Irán no es una constante histórica. En la historia reciente, desde la década de 1950 hasta finales de la década de 1970, ambos Estados mantenían relaciones cordiales. Irán fue uno de los primeros países de Oriente Medio en reconocer a Israel y el vínculo se fortaleció hasta la llegada de la Revolución Islámica de 1979, en la que fue derrocado el último Sha de Irán, Mohammad Reza Pahlevi.
"La historia es más larga que los ayatolás, más profunda y más sabia que su doctrina vil".
El profesor Meir Litvak, director del Centro de Estudios Iraníes de la Universidad de Tel Aviv, sostiene que Irán fue un actor fundamental en la estrategia de la Alianza de la Periferia de Israel llevada a cabo por Ben-Gurion para eludir la hostilidad árabe hacia el joven país. En este período, Irán fue proveedor de petróleo de Israel. Asimismo, empresas israelíes de seguridad e infraestructura estuvieron involucradas en proyectos dentro de Irán durante ese período. En aquel entonces, ambas naciones miraban con cautela al Egipto de Nasser y sus servicios secretos colaboraban activamente. El avance de la alianza entre la Unión Soviética y los regímenes nacionalistas de la región amenazaban la estabilidad que pronto sería un recuerdo.
La caída del Sha implicó una abrupta ruptura de los lazos entre los dos países. Se cortaron las relaciones diplomáticas y toda colaboración, trastocando el mapa geopolítico de Oriente Medio. La animosidad actual es un fenómeno político reciente, sostenido por la ideología del régimen de los ayatolás, la historia de Irán va mucho más allá de su presente teocrático.
Este repaso por las alianzas y discordias del régimen iraní es importante para entender la forma en que ha usado y traicionado a sus socios, sin miramientos, para permanecer en el poder. El actual apoyo de la izquierda internacional a la dictadura de los ayatolás y a los grupos terroristas que ese gobierno apadrina tiene también una nutrida y cruel historia que el progresismo woke ignora o, peor, premia.
Terror y engaño
Desde que Jomeini regresó a Irán desde su exilio, el poder real reside en los ayatolas, quienes han desafiado las expectativas al mantenerse al timón por tanto tiempo. La izquierda que lo aupó creyó que se retiraría a la ciudad santa de Qom para dejar el gobierno en sus manos y no quiso darse por enterada de que, desde el exterior, Jomeini ya había expresado su plan de un gobierno regido por la ley divina y supervisado por el clero.
Miles de personas fueron ejecutadas en los primeros años de la revolución, entre ellos los líderes de izquierda que fueron sus idiotas útiles (como siempre), lo que convirtió a Irán en uno de los países con mayor número de ejecuciones a nivel mundial. Jomeini llegó incluso a invalidar el Corán si era necesario para los intereses del régimen. El Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica se convirtió en la principal herramienta de opresión por la desconfianza que le tenía hacia el Ejército del Sha, y se transformó en una fuerza paramilitar que extendió su influencia a todos los aspectos de la sociedad.
En un reportaje, la escritora Chahla Chafiq, que participó activamente en la Revolución Iraní de 1979 y se exilió en 1982, sostiene que la izquierda iraní fue utilizada por el Ayatolá Jomeini. Antes de la revolución, existían diversos grupos de izquierda en Irán, incluyendo el partido Tudeh, de corte prosoviético; tenían en común su postura antioccidental. Estos grupos apoyaron a Jomeini cuando regresó del exilio, identificándose con su discurso del "Gran Satán" como una forma de antiimperialismo.

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Chafiq explica que la izquierda creyó que Jomeini era un paso transitorio hacia un estado socialista pero que ocurrió al revés, Jomeini usó a la izquierda como una herramienta para derrocar al Sha y una vez logrado el objetivo la convirtió en el enemigo número uno del nuevo régimen. Esta ceguera tuvo consecuencias letales, ya que la izquierda vio cómo se descartó su agenda en cuestiones de género y los derechos humanos, sin denunciar la traición de su aliado. Cuando las mujeres salieron a las calles a protestar contra la imposición del velo, muchos grupos de izquierda, del país y del mundo, incluso las atacaron considerando que ponían en riesgo la revolución, lo que permitió al régimen islamista establecer su sistema opresivo sin oposición. Jomeini no sólo fue más autoritario que el Sha, sino que estableció la "policía de la moral", con la vigilancia islamista extendida a todos los ámbitos de la vida privada, que permitió al régimen mantenerse en el poder durante más de cuatro décadas.
En un artículo de opinión, el cineasta iraní Shoja Azari plantea que la Revolución Iraní estuvo apalancada en la miopía de la izquierda influenciada por las consignas soviéticas y maoístas de lucha antiimperialista. Este diagnóstico fue un error estratégico, ya que la triunfante República Islámica se dedicó a aplastar a la izquierda y su oposición. El régimen prohibió todos los partidos políticos y llevó a cabo represiones violentas. Para 1984, la izquierda había dejado de existir en el país.
Hoy, la teocracia iraní invoca la historia persa mientras asesina disidentes, borra minorías, tortura y oprime a su propio pueblo. Pero la historia es más larga que los ayatolás, más profunda y más sabia que su doctrina vil. Persia no nació con Jamenei ni morirá con él. Y cuando finalmente caiga este régimen oscuro, se cerrará el capítulo más oprobioso de la región en la historia moderna.